Ya no quiero que me llamen “Bea”. Así me han llamado siempre en mi familia, pero sobre todo Mario. He sido “Bea” para él, en cuerpo y alma; en deseo, al principio, y en resignación desde casi siempre. Desde la eternidad de los diecisiete a los veintiocho años que ahora tengo. El seguirá siendo alcohólico, o tal vez se recupere. No lo sé, me da igual. Yo tengo miedo a no saber recuperarme. Por eso, a principios de verano, le regalé todos los vestidos de “Bea” a mi madre; ella les dará buen uso. Tal vez se los reparta con la madre de Mario. Esa buena mujer que me hizo alta con un pedestal.
Ahora puedo escribir esto, feliz, sin culpa, desde este viejo café de Estambul, viendo la Torre Gálata. Contenta de que me pregunten en turco, pensando que soy de aquí por mi físico y… vestida de Beatriz.
Juanma
LO NUEVO SI VIEJO, DOS VECES VIEJO
-
En cada cultura y en cada época hay palabras que gozan de más prestigio que
otras. Estas palabras selectas tienen un gran carisma. Por un lado, poseen
el...
Hace 10 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario