lunes, 25 de enero de 2010

Microcuento: la foto

LA FOTO: VARIOS HOMBRE ANTIGUOS EN UN ANDEN, MIRANDO HACIA EL FINAL DE UN TREN QUE ESTA LLEGANDO A UNA ESTACION.

Marián

Ese día me dolían más que nunca las tripas. Llevaba varias semanas como si tuviese un ratón royéndolas y en esa noche no me había dejado cerrar los ojos. Por eso estoy tan demacrado en la foto, mírame ahí. Habíamos estado toda la mañana esperando al tren de Barcelona. “En el último vagón –nos dijeron – estén muy atentos”. Y estuvimos. Ocho maletas y tres baúles grandes. ¿Quién podría viajar en 1940 con tanto equipaje?. Todos pensamos que serían baúles lujosos, de esos llenos de filigranas y sin un rasguño. Y al verlos nos dijimos: vaya chasco. Esos no eran baúles, eran cajas como de muertos. Y pesaban como muertos. Pero no, iban llenos de libros. Que yo los ví cuando la caja mas grande se les cayó al intentar subirla al carromato y quedaron todos los libracos aquellos esparcidos por la tierra. El primero en agacharse a recogerlos fue el dueño, un señor muy elegante. Los iba cogiendo como si fuesen bebes. Bebés o niños muy pequeños. Se quedó abrazado al más grande: uno marrón con dibujos dorados. Y mirando al tren que se iba, lloró.
Lloraba sin taparse la cara ni nada. Yo estaba todavía en el andén con unos maletines pequeños que casi no pesaban, pero que había que transportar con mucho cuidado. “Ojito con esto” – me susurró un mozalbete pecoso – “Es el material que hemos utilizado en el frente con todas esas cosas para coser a los heridos y pincharles con indieciones”. Eso dijo. Y que él, el chaval, había estado allí empapando algodones en agua caliente. Y repetía los gestos al contármelo, guiñando los ojos y levantando un hombro a golpes rítmicos, como si bailara.
Cogí los tres maletines lo mejor que pude, algo encogido por los retortijones que no querían parar y los llevé despacito hacia el carricoche. Ahí mismo lo entendí: ese señor era el médico, el que iba a poner la clínica cerca de la plaza real. ¡Si hacía dos semanas que mi mujer no hablaba de otra cosa!. Y yo con esta docena de cuchillos que no se desclavaban del costado ni al dormirme. Un médico a dos palmos de mi vista y yo sin atreverme a decirle nada.
Al llegar al carricoche, el médico se me quedó mirando. Así, atentamente. No estaba yo acostumbrado a que un caballero tan bien vestido me mirase así. Me azoré todo, a pesar de mis canas. Como te lo digo, que me sentí como un zagal pillado en falta y sólo acerté a tartamudear:

- Aquí están las maletas del frente, señor doctor.

El me cogió la muñeca sin dejar de mirarme a los ojos:

- ¿Desde cuando tiene la piel suya ese color amarillento?

Desde Navidad, eso sí lo sabía, que me lo dijo mi primo cuando vino a la cena. Dos años hacía que no nos veíamos. Y eso me dijo, que qué amarillo estaba.

- Venga mañana a verme. No se le olvide. Acompáñenos en el carro y verá donde están nuestras dependencias.

Y allá fuimos, el chico y yo, sentados en el borde trasero del carro. Fuimos comentando lo de los abrazos a los libros y lo del llanto. Que su jefe hacía cosas así de vez en cuando. Casi me hizo dudar si sería el médico o qué.

- Pues no me importa nada que sea un llorón – le dije yo agarrándome las tripas – ese señor me va a curar este dolor tan grande que tengo”.

Y así fue, ya ves, tres meses y ya estoy como un roble. MARIAN
MICROCUENTO: MALETA+MANZANAS…………………………….Marián

miércoles, 20 de enero de 2010

Ley de la gravedad


Ana


Por la ventana abierta entra el Sol y los ruidos del tráfico de media tarde.
Nuria y Richard cocinan su primera tortilla de recién casarse.
Nuria, ojos verdes, pechos y caderas firmes e insinuantes, intenta cortar las patatas mientras Richard se acerca a ella y recorre su cuello con suaves besos.
-¡Ten cuidado con el cuchillo princesa! No quiero que esos lindos deditos se lastimen -dice Richard- mientras invade el espacio corporal de Nuria con sus bíceps, tríceps y el resto de los músculos de su atlético cuerpo.
-¡Quita, que soy un peligro con un cuchillo en la mano! -responde ella melosa-
Anda, ocupa tus manos y pásame la sal.
Entre besos, caricias, arrumacos y promesas de eterna felicidad se sientan a la mesa que han adornado con 2 rosas, una vela olorosa y un vino Gran Reserva.
Richard, haciendo los honores, parte ceremoniosamente una tortilla requemada y de aspecto no muy recomendable. Se miran a los ojos y al sentir en la boca el primer trozo del suculento manjar, lo saborean lentamente y, aunque intentan disimular, son incapaces de tragarlo.
Miran al plato, se miran entre ellos y al unísono y entre risas coinciden:
¡Está dulce!
-Está asquerosa –indica Nuria-
-Está incomible, pero muy dulce -matiza Richard- pero como no va a ser habiendo sido cocinada con unas manos tan dulces como las tuyas.
Los 2 ríen animadamente, mientras el azucarero permanece en la encimera.

- Cariño -pregunta zalamero Richard- ¿A ti nunca te va a doler la cabeza, verdad mi amor?
-Nunca vida mía
- Ya lo sé, cielín. ¿Te apetece que mi Pitufín te haga una visitita antes de hacer las maletas?
-¡Claro, una, dos o mil! -responde Nuri con mirada picaruela-

25 años más tarde, los músculos de Richard han sido sustituidos por una incipiente barriga y el pelo de su antaño espesa melena tiene fecha de caducidad.
Los ojos verdes de Nuri se ven acompañados por patas de gallos y la ley de la gravedad ha empezado a hacer efecto en sus nalgas y en sus pechos.
Richard, con una camiseta de tirantes y unos pantalones de pijama de rayas, intenta resolver un crucigrama.
-Nuria ¿qué vamos a cenar? -interroga levantando los ojos sobre las gafas-
-Tortilla de patatas.
-¿Otra vez? Siempre lo mismo, si al menos te saliesen como las de mi madre…
Nuria le mira, prefiere callarse, tener la fiesta en paz, le duele la cabeza.
-¡Venga, por lo menos levántate y pásame la sal! -le ordena agriamente-
Por cierto, cariño ¿Recuerdas que día es hoy?
-No sé martes creo, -responde Richard sin levantar la vista del crucigrama-
-¿Nada más, mi cielo?
Richard esta vez sí levanta los ojos del crucigrama …
-¿Tu cumpleaños? ¿Tu santo?
- Frío, frío. Te doy una pista. Tiene once letras.
- No sé, no caigo… ¡Ah,ya, nuestro aniversario! ¡Qué cabeza! Me había acordado esta mañana, 23 años ¿no? ¡Cómo pasa el tiempo! -contesta intentando salir airosamente-
- 25 años, las Bodas de Plata, -dice Nuri con una mezcla entre el lamento y mala leche-

Richard parte una tortilla requemada y de aspecto poco recomendable, mientras siente la mirada acerada de Nuri en su calva.
Al sentir en la boca el primer trozo del “suculento” manjar, lo saborean lentamente pero, aunque intentan disimular, son incapaces de tragarlo.
Miran al plato, se miran entre ellos y al unísono y coinciden:
¡Está dulce!
-Está incomible –indica Nuria-
-Está asquerosa– matiza Richard- ¡En 25 años no has sido capaz de aprender a hacer ni una tortilla por mucho que lo haya intentado mi madre!
-¡Y tú en 25 años no has sido capaz de distinguir el azucarero del salero!

La discusión continúa con reproches mutuos…
-Venga tontita, perdóname, si yo te quiero igual -intenta conciliar Richard- Anda, dame un besito…. ¿Qué te parece si mi Pitufín te hace una visitita para celebrar el aniversario y hacemos las paces?
Nuria le mira fijamente incrédula, y mientras se levanta le dice:
- Frase de 4 palabras para tu crucigrama: ¡VETE – A – LA - MIERDA!
Richard, confuso, mira hacia la puerta por donde ella ha salido.
Seguro que está con la menopausia –piensa- y sigue con su crucigrama.

miércoles, 13 de enero de 2010

La amenaza


Mar

-Qué felicidad, con casi setenta años me siento cada vez más deseable. No todas tienen un marido arqueólogo…..
-Pero Ágatha, ¿qué dices? me muero de risa contigo.
-Tonta, ¿no sabes que el amor está sustentado en cosas misteriosas? ¿y no sabes, además, que es el más poderoso afrodisíaco que existe?
-Me haces sonrojar….
-Venga, venga, no me digas que no sabes nada sobre estas cosas, tú que eres una mujer joven y atractiva…
-Algo sé, sí, pero sería absolutamente incapaz de expresarlas como tú haces.
-Ah, la experiencia. He comprobado que el viejo dicho es verdad: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
-¡Huy, pero eso suena como si el saber nos hiciera malvados!
-Bueno, en realidad… ¿qué es ser malvado? ¿No depende quizá del punto de vista? Pero es hora de que te tomes otra taza de té ¿es que no te ha gustado? ¿quizá tiene un sabor extraño?
-Sí… sí que me ha gustado, un poquito más, gracias Agatha. Ser malvados o no, ¿quieres decir que para el que sufre las consecuencias hay maldad, y para el que recibe los beneficios, bondad….?
-¿Ves cómo sí que sabes expresarte? Precisamente, y…. y hablando de amor, ¿sabes que no me gusta nada cómo miras a mi arqueólogo? Ah, ahora sí que te has sonrojado de verdad…
-No sé a qué te refieres, Agatha, yo no….
-Ya, tú no… Pero te ocupas de encontrarte con él por los pasillos, de quedaros a solas cuando todos terminamos de cenar, él me lo ha dicho.
-¿Cómo? Traidor….
-Desprecias el poder del verdadero amor, querida. Te comprendo, para ti la vida es simple, no sabes lo que se esconde detrás de los años. Ven aquí, no llores, seguiremos siendo amigas. Y recuerda, mi marido es más joven que yo, pero sabe enamorarse de lo que no se va con el maquillaje, de lo que no perece… ya sabes, de lo que no muere, ¿sabes a qué me refiero? Pero ahora palideces… Debe de ser el té. Sí, enseguida probablemente dejarás de respirar, poco a poco, te irás ahogando lo quieras o no ¡Y palideces más aún! Haces mal, así le gustarás todavía menos ¿Otra tacita de té?

viernes, 8 de enero de 2010

ANGELITO


CÉSAR

Angelito largó a la puerta tres patadas de frente. La última le dolió, así que se puso de espaldas y siguió pateando la puerta en plan acémila mientras amenazaba.
-¡Voy a liarme a patadas con todo! ¡Vais a ver!
La vieja puerta no cedía a sus coces. Tampoco se oía ninguna voz contestando a sus bravatas.
- ¡Quiero salir!, ¡Quiero mi pelota!.. Pero solo le contestó el silencio.
-¡Que voy a tener cuidao! … Y el silencio comenzó a humedecerle los ojos.
Fuera de sí dirigió su rabia hacia una vieja maleta arrinconada en una esquina del desván. Al segundo patadón la maleta le reveló su interior. Cinco muñecas alineadas en el olvido le miraban con ojos de infancia antigua.
Superada la sorpresa y el miedo inicial cogió por el pelo la que tenía más a mano y la estampó contra la pared.
-¡No quiero muñecas!
Enganchó la segunda por la melena de pelo rubio y comenzó a darle patadas al tiempo que gritaba.
-¡Quiero mi pelota!, ¡Quiero jugar con mi pelota!, ¡Ahora!, ¡Ahora!
Al cuarto intento de saque de puerta, el cuerpo aterrizo a tres metros en un revoltijo de sedas y encajes mientras la cabeza seguía colgando de su mano izquierda por el pelo.
Subió la cabeza decapitada a la altura de los ojos y rehuyendo su mirada tuerta la levantó un poco más para concentrar su atención en el hueco donde la cabeza se había unido al cuerpo.
Su enfado había desaparecido. Metió todo el pelo de la cabeza dentro de ella misma y lo sello con una cinta de embalar que había en una estantería.
A continuación se dirigió a la muñeca asesinada contra la pared. Le arrancó la cabeza e hizo lo mismo que con la anterior, insensible tanto a sus ojos azules como a sus mofletes sonrosados.
Los dos cuerpos decapitados los colocó sobre el suelo con las piernas hacía arriba y haciendo equilibrio sobre sus cuellos sin cabeza. Luego fue hasta la maleta. Sacó un muñeco vestido con camiseta y pantalones cortos y lo colocó de pie entre las dos decapitadas. Miró el conjunto y tras pensárselo un poco aumentó el espacio entre las dos descabezadas moviendo una de ellas. Volvió a la maleta y arrancó el vestido a las dos muñecas que quedaban hasta dejarlas con la camiseta y las bragas. Tras meditar unos segundos las situó delante del muñeco con pantalones cortos, una a dos metros y la otra un poco más adelante. Satisfecho cogió una de las cabezas preparadas y se fue al otro extremo del amplio desván. La echó al suelo y comenzó a correr hacia las muñecas pateando la cabeza mientras gritaba.
- Messi avanza hacia la portería . Regatea a uno… Dos defensas… Dispara a puerta …y Gol, Gol, ...Goooooooool de Messssssssssssi.

sábado, 2 de enero de 2010

El puñal de la Virgen


Carmen G. Valderas

EL PUÑAL DE LA VIRGEN

Teresa acarició el puñal de la Virgen que llevaba colgado al cuello mientras miraba a la gente arremolinarse en la plaza de la Catedral desde el otro lado de las rejas de la ventana. Tenía cincuenta y ocho años y sabía que tal vez se hubiera perdido algo en la vida; pero cuando muriera iría al Cielo y nada era comparable a pasar la eternidad junto a Dios.
–¡Tía! –la niña entró en la habitación envuelta en el roce del tul blanco de su vestido–. ¿Estoy guapa? –preguntó mirando su reflejo en el gran espejo que presidía el salón.
Teresa asintió.
La niña jugó con sus tirabuzones sin apartar los ojos de su imagen.
–Cuando sea mayor seré cantante y después me casaré con este vestido.
En ese momento comenzaron a sonar las campanas.
–¿Nos vamos ya? –preguntó mientras se giraba hacia su tía.
–Espera –respondió Teresa y caminó hacia ella–. Tengo un regalo para ti –se sacó el puñal que le colgaba sobre el pecho–. Mi madrina me lo regaló el día de mi comunión para que siempre tuviera presente el dolor de la Virgen. Ahora es para ti.
La niña acercó la cabeza.
–Él te ayudará a mantenerte pura –susurró mientras le colgaba la cadena al cuello.
Mientras la niña miraba el puñal y lo acariciaba como tantas veces le había visto hacer a ella, Teresa fue consciente de una sensación nueva que nacía en su pecho y se expandía rápidamente. Cuando se giró hacia el espejo, ya sabía que se iba a mirar como no lo había hecho en cincuenta años.