sábado, 30 de abril de 2011

Trasplantada


Llegó un 2, se abrieron las puertas, y el conductor le confirmó que paraba en la Magdalena. Subió, y con manos temblorosas sacó el dinero del bolsillo y pagó el billete. Desde la ventanilla miró la cuesta de la Residencia que acababa de bajar corriendo. El corazón le latía con fuerza. Sonó un móvil, pero no encontró el suyo. A la altura de Puerto Chico vio llegar el Ferry. Algunos pasajeros en la borda agitaban las manos saludando a los Raqueros.
Corriendo atravesó la puerta del recinto, y el césped de la Campa hasta ver la playa. Ella estaba al final, sobre una roca, leyendo.
-¡¿Has venido?!
-Has escrito.
-Acaba de pasar el Ferry.
-¿Sí? ¿Había gente en cubierta?
-Sí. Seguro que estaban pelados de frío. Como nosotros.
-¿Y tú? ¿Tienes frío? Estás más delgada.
-Estoy bien, señor doctor.
-¿Qué era eso que querías decirme?
-Que mi corazón está empeñado en pasar lo que le queda de vida contigo.
-Y yo con él.
Al día siguiente encontró el móvil en el bolsillo de la bata. En la pantalla volvió a leer: Te espero hasta las 5 en Bikinis. Mi nuevo corazón tiene algo importante que decirte.

Rosa Ayesa

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