lunes, 5 de abril de 2010

Sin título (Deseo)


Esta mañana, mi vecino vino a preguntarme si a mí también me habían cortado el agua. Venía con el torso desnudo por el calor y, aunque siempre lo había encontrado atractivo, su olor me pilló totalmente desprevenida. Me siguió hasta la cocina y mientras abría el grifo del fregadero, se me pegó al cuello, a los brazos, a las piernas. Había agua y mi vecino se marchó; pero él se quedó. Desde entonces, ha ido arrastrándose por mi piel, adentrándoseme por el vestido, alborotándome el pulso y el pelo. A penas logro ya respirar y temo que lo único que puedo hacer es ir a devolverle a mi vecino lo que es suyo. Antes de que llegue mi marido.

Carmen G. Valderas

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