lunes, 21 de junio de 2010

Demasiada sal da sed



- Pásame la sal, por favor –le pidió malhumorado. Últimamente parece que olvidas poner sal en las comidas.
Ella le acercaba el salero al tiempo que él alargaba la mano. Un choque inevitable hacía que se abriera y la sal cayese esparcida sobre la mesa.
- ¡La impaciencia te pierde! –exclamó ella.
- ¡Quizá tengas tú algo que ver! –replicó, vaciando toda la sal que restaba en el plato.
Mientras la mujer intentaba reagrupar los granos de sal con el borde de la mano, le dijo:
- Con tanta sal dudo que aprecies lo que comes.
- ¿Y...?
- ¿Sabes?, empiezo a comprender la cocina de Ferran Adriá: el mismo plato, el mismo sabor, pero distintas texturas... Comer con los cinco sentidos...
- ¿De qué me hablas? -preguntó perdido.
Había conseguido formar una montañita con la sal recogida, ahora hundía el dedo en la cumbre deshaciéndola al contestarle:
- Hablo de sal... y de amor...
- ¡¡¡Mujeres!!! -farfulló al servirse un gran vaso de agua.

Mamen

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