domingo, 20 de diciembre de 2009

Nuevos comienzos


Eva
Melba se puso el raído abrigo de su padre, y con una mueca entre satisfacción y tristeza en el rostro, se sentó frente al escritorio en el que permanecía la escritura de su nueva casa y la foto en la que se ve abandonando el edificio en ruinas, que fue su techo durante un mes después del terremoto, portando lo poco que pudo salvar, unas alfombras y el retrato de su padre. Distraída, recogió las cuartillas y salió a la calle. Se abrochó el abrigo cuando el frío de la tarde le azotó el rostro. Pero ni el frío hizo que saliera de sus pensamientos. Con andar pausado pero firme, recorrió la calle principal y pasó por la alameda. Siguió por la calle de la catedral hasta llegar a una plaza con una fuente en la que siempre se sentaba a escuchar el sonido del agua al salpicar en la piedra, pero hoy no lo hizo. Cruzó la plaza de lado a lado, se acercó a un portal en el que un gran rótulo anunciaba rebajas de ropa de bebé en la primera planta, suspiró y pensó…, algún día lo seré. Empujó la puerta y esta cedió. No cogió el ascensor, se dirigió a la tercera planta. Sin darse cuenta había subido las escaleras deprisa, y al llegar al rellano se sintió abatida, debido al esfuerzo y la tensión que le suponía estar allí. Con la mano temblorosa pulsó el timbre y esperó unos segundos hasta que una señora regordeta le franqueó la entrada. Ésta le dijo, el señor Damián le espera señorita, sin contestar la siguió por el pasillo hasta el despacho, depositó los folios sobre el escritorio barnizado del notario, él, la fue señalando con el dedo donde debía firmar. Lo hizo, mientras pensaba que por fin lo que fue su refugio la pertenecía. Se levantó de la silla en silencio y se despidió con un simple adiós, a continuación salió a la calle. Esta vez el frio, sí la ayudó a aclarar sus ideas. Se dio cuenta de que la imagen del edificio en ruinas no la abandonaría jamás.

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