domingo, 15 de noviembre de 2009

Soledad


César (microrrelato "soledad")

Terminó de cenar y metió los platos en el lavavajillas. Luego se dirigió al salón, se tumbó en el sofá y encendió la televisión.
Informe Semanal estaba terminando. Después empezó con el zapin. Película en blanco y negro de las de pensar mucho. Cotilleo. Una película que ya había visto. Más cotilleo.
Siguió apretando el botoncito de forma mecánica mientras pasaba mentalmente revista a los libros que tenía por si había alguno apetecible. No había nada. Apago el televisor y cerro los ojos.
A los pocos segundos el silencio le obligó a abrirlos. Miró a su alrededor y se sintió extraño. Llevaba poco tiempo en el piso y aún no se había hecho a él.
Se acercó a la ventana y se quedó ensimismado mirando las luces de la noche.
Tras un largo rato ausente reaccionó.

Llegó a la zona de copas y entró en el primer pub. Recorrió con la vista a la clientela, pero ya no conocía a nadie. Aunque en el fondo lo esperaba no pudo evitar una sorda frustración. Salió y repitió la operación en tres pubs más con el mismo resultado. En el quinto decidió quedarse y pedir un gin tonic de larios. Se sentó en un taburete con un codo apoyado en la barra y mirando hacia la puerta. Intentaba aparentar indiferencia pero sentía su ansiedad agazapada tras la máscara de seguridad.
La gente entraba y salía sin pena ni gloria. Entró una más y se le quedó mirando. No la conocía, pero vio sorprendido como se le iluminaba la cara y avanzaba hacia él haciéndole gestos. Cuando estaba a punto de saltar del taburete e ir a su encuentro ella grito
-¡Manuel!. ¡Manuel!
El no se llamaba Manuel así que se quedo envarado por la sorpresa.
La explicación le llegó en forma de empujón por parte del mocetón que tenía al lado. Debía ser el tal Manuel, porque la abrazó, la levantó en el aire mientras la estrechaba con evidente peligro de sus costillas, para después fundirse con ella en un beso en el que parecían buscarse las entrañas.
Intentando no sentirse demasiado gilipollas se dio la vuelta y apoyó ambos codos en la barra. Luego intentó saborear el gin tonic mientras buscaba respuestas a su estado de ánimo en su propia imagen devuelta por el espejo de la barra.
Otro empujón le derramó buena parte del gin tonic. Eran Manuel y su novia que se hacían sitio mientras seguían besándose.
Riéndose de sí mismo y de la situación dio un último trago al gin tonic y enfiló la salida.
Una vez fuera respiro profundamente el aire fresco de la noche y se quedo mirando a la luna llena. Después se encaminó hacia el piso acompañado por el sonido de sus pasos sobre la acera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario